lunes, 22 de septiembre de 2008

Fiestas Patrias



Por Francisca Jiménez

De vuelta en Santiago, me llamó la atención el espíritu dieciochero que se vivió, al menos en mi caso, en algunas zonas del litoral central. Debo decir que la rayuela, las carreras de saco y las competencias de trompos lograron, aunque sea por unos días, hacerle un poco de sombra al Play Station y entusiasmar a los niños a divertirse con los juegos tradicionales.

Los días soleados sacaron a los niños de sus casas para elevar volantines y correr por la playa. Literalmente, no estoy inventando. Lo único que lamento sí es que lo que se veía volar por los cielos fueran artículos plásticos made in China en vez del clásico volantín de papel.
Todavía recuerdo las palabras de nuestro amigo Boris Prado, un as de la creación volantinera criolla, quien en una entrevista que daba a un diario tabloide el año pasado, se quejaba de que fueran cada vez menos los clásicos volantines de papel los que suelen elevararse en primavera cuando el viento es propicio para esta actividad.
Por un momento pensé que este Dieciocho iba a ser distinto pero no lo fue. Sólo vi uno de ellos elevarse por ahí. Y el resto, al igual que los que vendían en las llamadas ferias artesanales -¿de qué artesanía estamos hablando...de figuritas desechables de los monos animados de la tele?- sólo eran de plástico.

Entre tanto asado, empanadas y juegos típicos, eso fue lo que me faltó: un volantín con la tricolor saludando desde arriba.

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